¿Vale la pena ser buena gente?¿Es cierto que sirve de algo?¿Es difícil serlo? A estas tres preguntas solo existe una respuesta. Sí. Ser buena gente, en efecto, es algo que nos cuesta, y mucho, pero vale mucho la pena serlo. Lastimosamente hay muchas cosas que convierten el ser buena gente en un comportamiento “injusto” y difícil. Según la teoría del mundo justo, propuesta por Melvin J. Lerner, ex profesor de psicología en la universidad de Waterloo, la gente tiene una necesidad de creer que vive en un mundo donde cada uno, generalmente, obtiene lo que se merece. Está teoría ha desnimado a muchos de nosotros a ser bondadosos, ya que lastimosamente muchas veces solemos dar mucho a nuestros seres queridos, y sentimos que no recibimos nada a cambio. Está problemática llevó a la Licenciada en Psicología por la Universidad Pontificia de Salamanca y Máster en Psicoterapia Individual y de Grupo, Alicia Garrido Martín, a escribir un artículo invitando a las personas a nunca arrepentirse de ser buena gente, ya que muchas veces se asocia el concepto de justicia con interés personal. Sostiene que la vida nunca va a ser justa, pero que eso no tiene que ser motivo para desalentarse y luchar cada día por ser mejor persona. Yo estoy muy de acuerdo con ella y creo firmemente en que a pesar de las dificultades de la vida, ser buena gente es algo que vale la pena, aunque no traiga siempre una recompensa.
Un grandísimo ejemplo de lo mucho que vale ser buena gente, y que lo podemos evidenciar hoy en día, son la cantidad de vidas que pueden salvarse con pequeñas acciones. El coronavirus ha demostrado a muchas personas que con pequeños actos de bondad, se pueden salvar vidas, pero para eso, toca anteponer las necesidades del otro antes que la nuestra. El simple gesto de darle una sonrisa a un doctor, un “tú puedes”, puede ayudarlo de una forma inimaginable, al sentir que no está solo, porque como todos, son seres humanos, tienen familia y miedos, y aún así, están dando la cara por los diferentes países del mundo. Pequeños actos como abstenerse a discriminación o malos gestos, puede ser uno de los actos más bondadosos, que siendo poco, significan mucho. También está el sencillo acto de quedarse en casa y cuidarse, sobretodo cuando tienes mayores cerca, ya que al evitar contagiarte tú, estás permitiendo que una persona con más riesgo sea atendida y posiblemente salvada. Aunque, quedarse en casa puede ser para muchos algo difícil, ya que como seres humanos, estamos naturalmente creados para convivir con otras personas, a la final, es un acto muy amable y generoso hacia una persona que esté en mayor riesgo.
Incluso, desde tiempos antiguos, grandes filósofos, reflexionaron acerca de los múltiples beneficios individuales que trae el ser buena gente. Lo podemos ver en Aristóteles, cuando habla sobre la “Eudaimonía”, que designa el mayor bienestar del ser humano (búsqueda de la felicidad) y dice que una sociedad que vive en armonía beneficia al ser individual, y viceversa; el individuo crea sociedades armónicas y felices. ¿Cómo lograr esta armonía? Aristóteles decía que la eudaimonía no estaba en el mundo de las ideas como pensaba Platón, sino que hacía parte de nuestra cotidianidad, y que se conseguía fortaleciendo los buenos hábitos, los cuales se convierten en virtudes con el tiempo. “Solo una persona virtuosa es capaz de llegar a la felicidad”;¿Tiene sentido, no? Tiene sentido que intentemos descubrir la felicidad en nuestros corazones y practiquemos ser buena gente, hacer las cosas bien, hasta que se vuelva un hábito en nosotros. Y, lo mejor, es que mientras practicamos ser virtuosos, aunque a veces fallemos, estaremos haciendo feliz a alguien, alguien que seguramente aprenderá también lo chévere que se siente vivir con personas buena gente, e intentará serlo también. ¿Y quién se beneficia? Pues todos nos beneficiamos.
Como vemos, no se trata de recibir aplausos, se trata de sentirse bien amando la vida propia y la de los demás. Cuando somos buena gente porque entendemos las implicaciones sociales e individuales que esto trae, nos sentimos bien con nosotros mismos, y de paso, sembramos frutos buenos en otras personas. Esto no requiere realizar grandes reflexiones éticas o axiológicas; es simple sentido común: siembras limones, recoges limones, sabes que son ácidos, pero lo has decidido tú; siembras uvas y seguramente podrás disfrutar un buen vino.
Es cierto que ser buena gente es muy beneficioso para nosotros, y que vale mucho la pena en nuestras vidas. Pero a pesar de todo, hay personas que no han entendido las ventajas de tener un corazón bondadoso, por lo que deciden aprovecharse de la bondad de aquellas personas que les sobra, haciéndolas parecer personas “pendejas” y haciéndolas sentir inseguras, y reprimirse de seguir disfrutando de ese magnífico don que tienen de estar al servicio de otros y ofrecer su bondad a los demás. Precisamente por estas personas el concepto de ser “buena gente” se suele relacionar con los términos “bobo”, “débil”, “manipulable”, entre otros. Y sí, eso suelen decir los que no son tan buena gente. ¿Podemos hacer algo por ellos? Quizá sí, los beneficios de ser buenagente brillan solos, quizá algún día ellos los puedan verlos en las personas felices y decidan serlo también.
Una vez el artista Alejandro Jodorowsky dijo “Vale más un gramo de bondad, que una tonelada de intelecto.”. ¿Será? ¿Al final si vale la pena ser bondadoso? Luego de aprender todo esto puedo decir francamente que sí. Ninguno de nosotros debería renunciar a regalarle una sonrisa a un doctor, o ayudar a quien lo necesite. Ninguno de nosotros debería dejar de apoyar al otro, o apenarse de ser una buena persona solo porque alguien que aún no comprende lo hermoso que es, y piensa que eres “pendejo” o “pendeja”. Ninguno de nosotros debe rendirse al hacer algo de lo que nos deberíamos de sentir orgullosos, porque ayudar a otros es uno de los mayores placeres que alguien puede experimentar, y que trae muchos beneficios para el individuo en particular y para la “sociedad armónica” de la cual hablaba Aristóteles. Sí, es difícil, y hay muchas cosas que lo vuelven aún más difícil de lo que ya es, pero en verdad es algo, que llena el alma de paz y felicidad.
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